miércoles, julio 07, 2010

Tras las montañas

He pasado todo este tiempo sacando fuerzas de la absurda y típica idea de: “tras las montañas estará el fértil valle, un plácido paraje donde ser feliz”. A decir verdad, notaba cierto pellizco en la parte posterior-izquierda del cráneo, que me decía: “no te fíes, piensa que todo este esfuerzo puede ser en balde, y que no te queden fuerzas para recuperarte”. Pero, como el buen cabezón que siempre fui, me negué a perder la esperanza, y escalaba los últimos metros con una sonrisa en la boca, preparándome para no volverme loco de alegría al ver el paraíso... Y allí estaba ahora, a quién sabe cuantos metros de altura contemplando lo mismo que dejé a mis espaldas cuando inicié la ruta, hace ya tantos años… Nada. Kilómetros y kilómetros de tierra semi-desértica, en todas direcciones… No llevo prismáticos, pero no se aprecia ni el más mínimo montículo en el horizonte. Un llano infinito que atravesar a solas, con la única compañía de las alimañas que suelen habitar en tan infames territorios. Y lo peor es no tener ninguna meta que alcanzar, algo a lo que agarrarse para seguir adelante…

No tiene sentido quedarse aquí a lamentarse. Es mejor lamentarse mientras se avanza. Ya escasean los víveres, pero hay para aguantar al menos un par de semanas. Y luego, algo se encontrará. Fueron muy generosos en aquel poblado, y nos dieron de todo. Incluso salí de allí con una gran bolsa de la hierba que cultivaban y una bonita pipa artesanal. Pero allí fue donde cayeron mis compañeros de viaje, y cada vez que hago una parada para descansar, comer y fumar, los recuerdos invaden mi mente y algo más se rompe dentro de mí. Algunas noches pienso que cómo se pueden seguir rompiendo cosas por ahí dentro, ya casi no debe quedar nada… Pero por lo que parece, sí que queda, y cada mañana, medio día y noche, el dolor vuelve a ser tan intenso como el primer día…

Comí un poco, lié un cigarrillo con el material del poblado y comencé a andar… Para andar me gusta más liar un cigarrillo. Para antes de dormir, junto a la hoguera, me relaja más la pipa. Sin ella, estoy seguro que no habría podido pegar ojo en los últimos meses. Mientras caminaba, decidí ausentarme. El camino era un llano interminable, triste, tétrico, mugriento, hediondo, pero sin obstáculo alguno, y sorprendentemente no hacía calor, así que mi mente estará en un buen bar, bebiendo una birra de importación con muchos grados, y escuchando buena música… Acompasé cada uno de mis pasos a mi imaginación, y un riff melancólico, pero con mucha distorsión, me marcó el camino a seguir. No tengo ningún sitio dónde llegar, pero allí me dirijo. La música me orientará hacia donde pueda encontrar el lugar más acogedor para beberme una cerveza helada. No tiene sentido pensar en otra cosa, ni plantearse otros objetivos ahora mismo. Sólo avanzar, sin mirar atrás. Let’s go.

1 comentario:

María Biloba dijo...

Y mientras avanzas ve buscando un terrenico con ruinas para comenzar con la construcción de nuestro imperio...DONDE NO PODRÁ ENTRAR NADIE QUE NO QUERAMOS!!! Viva el poblado aún sin inventar!!! Ah y aprende a crear cerveza, muajajaja.

PD: Te recuerdo que ha de ser vegetariano xD.