jueves, julio 08, 2010

Oh my God!

Como he fracasado rotundamente en la vida, he decidido, como buen humano sin esperanzas, dedicar mi tiempo a alguna estupidez. No se me da bien nada que me atraiga, me guste, o me haga feliz, así que tengo que buscar alternativas.

Mi primera opción tras comprobar empíricamente que no sirvo para nada, fue entregar mi vida a Dios. ¡Oh sanna en el cielo! Nunca me ha atraído el abuso de menores, pero parece ser que el fenómeno vaticano proporciona entretenimiento a millones de personas en todo el mundo. Hay quien incluso va por gusto a misa… ¡todos los días! Pensémoslo bien, un tipo con lujosos ropajes que cuenta relatos de fantasía y transmite consignas reaccionarias, congrega en una plaza a más gente que cualquier banda de rock. Sólo hay que pillarle el rollo para disfrutarlo.

Tras meses de ejercer como el más devoto de los feligreses del barrio, me cansé del asunto. No encuentro la diversión a esto por ningún sitio. El párroco es un anciano desagradable, con olor a rancio y que, sin contar el ratito de la misa (que se ventila en diez minutos), el resto del día parece poseído por el mismo Satanás. Qué carácter, copón. Además, esta gente lo ve todo mal: masturbarse, emborracharse, maldecir, insultar a la derecha… (por el contrario, no parece molestarles cuando insulto gravemente a políticos que cojean de otro pie). Un día casi me expulsan de la iglesia por intentar meterle mano a una opusina del coro que me estaba poniendo palote… Una arrepentida confesión me salvó de tener que salir de allí cabizbajo, o esposado. Pero ya, lo de hoy no tiene nombre. ¿Pues no me dicen que la iglesia no ve con buenos ojos las drogas, y que no me puedo llevar hierba al encuentro con Susan (Su Santidad)? Si aquello es en plan festi…¿qué hago allí sin mi María? Por ahí si que no paso. Abandono, a partir de ahora, podéis vetarme la entrada a vuestro local, pues no es lo mío… Pensé en otras religiones, pero paso de mierdas para frikis…como eso del Karma o Buda… ¡Anda y que los follen a todos!

Engancharme al fútbol fue divertido al principio. Un buen día, me apunté a una de las muchas peñas que apoyan al equipo local, y a los pocos minutos ya tenía una considerable cogorza. Esta peña se lo monta bastante mejor que los beatillos meapilas de la iglesia, todo hay que decirlo. Compré mi camiseta, saqué mi abono para toda la temporada, y empecé a frecuentar el bar-sede de la peña. Pronto comprobé que el fútbol es lo peor del fútbol… De cada diez partidos, nueve son un coñazo insufrible, y el que hace diez, tiene unos minutillos de emoción, y acaba en bronca segura… Que eso es otra de las cosas que me tiene hasta las gónadas, ¿no pueden divertirse sin pelearse? Tras el último partido acabé en el hospital con múltiples contusiones. Parece ser que hinchada del equipo rival está compuesta por unos engendros infernales que quieren destruir nuestro modo de vida y todo aquello a lo que amamos, por lo que hay que arrasarlos, defenestrarlos, exterminarlos… No voy a negar que una batalla campal entre cientos de varones ebrios entre los quince y los cincuenta años tiene su encanto, pero las tertulias en el bar… Empiezan a cansarme también… Esta gente tiene menos seso que un caracol en salsa picante… El fútbol tampoco es lo mío. Tiene parte de la acción que necesito, pero no soporto relacionarme con esta gentuza. Seguiré buscando…

Mientras pensaba en qué malgastar mi tiempo, mis esfuerzos y mi dinero, pasé por la puerta de un gimnasio. ¿Será ésta la solución? Un lugar donde ir a machacarme para presumir luego de las muchas horas que paso allí y de la barbaridad de kilos que puedo levantar. Convertirme en un adicto a esta mierda me abrirá nuevas puertas hacia el egocentrismo social que marca tendencia. Seré un tipo hipermusculado, que llevará polos de marca ajustados y tendrá citas en pubs elegantes con zorritas de las que van al gym para hacer vida social.

Empecé decidido a machacarme el cuerpo, bajo la supervisión de una monitora de la que, aún hoy sigo dudando si nació hombre, o bien las hormonas estaban consiguiendo el proceso contrario. Hice infinidad de kilómetros en las cintas y en las bicis estáticas. Pesas, máquinas, más bici… Las agujetas no me dejaban vivir, y aquello empezó a darme náuseas. Lo que no pude soportar desde el primer día fue, sin duda, el hedor a humanidad. Por mucho que traten de ventilar y disimular, siempre está presente, en cualquier gimnasio. Penetra dentro de ti y te hace sentir violado en lo más profundo de tu ser, y eso me pone de mala hostia. Intenté canalizar esa mala hostia en poner más empeño en los ejercicios… Pero a pesar de las toallas, limpiezas, mantenimiento…a mí me daba la impresión de que todo allí estaba pegajoso, impregnado de una fina capa de sudor de cientos de capullos y lerdas; es algo superior a mis fuerzas y cada vez me produce más náuseas. Y para rematar este panorama, creo que todos estos musculitos son homosexuales reprimidos. Se admiran los músculos unos a otros y yo veo unos cruces miradas muy sospechosos entre levantamientos de pesas de unos y otros. Por no mencionar el detalle de que se miran el rabo descaradamente en las duchas… En fin, que es demasiado contacto para mí con estos seres vacíos y ultra-desarrollados. No puedo soportarlo, me voy a mi casa.

Por el camino me suben arcadas un par de veces. Me siento observado por todo el mundo, y desearía golpearlos hasta la muerte, a todos, desde los niños hasta los abuelos, pasando por adolescentes, gente de mediana edad… He entrado jadeando en el piso, cerrando con llave a mis espaldas, y he corrido hacia la nevera, en busca de la cerveza de emergencia, que llevaba allí meses, triste, abandonada, desde que empecé en el gimnasio. El primer sorbo a la rubia me tranquilizó bastante, puse música a todo volumen, lo cual consiguió incluso relajarme. Me senté en el sofá, encendí la tele e hice zapping, con el volumen quitado, disfrutando de la música. En ese momento, a punto de alcanzar el nirvana, pude ver el logotipo de las fuerzas armadas en un anuncio… Fuerzas armadas, ¿acceso a armas? Sí, acceso a armas. Fuerzas armadas… Y no tengo prisa, puedo prepararme años, sin precipitarme, hasta que llegue el momento… Acceso a armas… Ya tengo hobby nuevo. Spain wants me. Temblad.

4 comentarios:

María Biloba dijo...

xDDDDDDDDDDDDD. Ojalá fuera verdad y pusieras orden...Capitán.

Anónimo dijo...

Hay algo que se te da bien: escribir.

Permíteme que te comente algo sobre el ejército. Cuando en España existía el servicio militar obligatorio tenías acceso a armas por la puta cara. Una vez, de maniobras, mis amigos y yo lo comentábamos como si acabáramos de descubrirlo, después de tantos meses, y se nos ponía el pelo de punta: un hatajo de postadolescentes borrachuzos lejos del hogar, amargados, obligados a la disciplina militar y armados día y noche. ¿Qué impedía que no nos liáramos a tiros?

Tuve un tío que fue cabo 1º durante unos años y una noche vio a un soldado forzando el candado de la puerta del polvorín. "¿Qué haces?", le dijo mi tío. "Nada, nada, mi primero..." dijo él, y se largó a su barracón. Unas semanas después lo mandaron a casa por trastornado. Mi tío dijo a posteriori que esa noche lo dejó pasar por evitarle el calabozo, pero a veces se pregunta si no habría salido volando todo por los aires si en lugar de hacer su ronda puntualmente se hubiera retrasado diez minutos.

Anónimo dijo...

Yo a veces pienso en el coma inducido, de 2 a 5 años, alimentados con sueros y manipulando nuestro cerebro para tener solo sensaciones placenteras. Con caperuza como los que le ponen a las rapaces y un bonito poste donde poder estirar las alas.

Ojjjcar dijo...

Nihilismo: la opción fácil.