miércoles, octubre 01, 2008

La hipotenusa al cuadrado...



Aquel remoto mes de Febrero quedó para siempre grabado en mi mente. Corría el año 1985 y, por diversos motivos, a cada cual más absurdo, tuve que pasar una temporada en casa de mi entrañable abuelita. La abuela Bernarda era la típica abuela española. Siempre vestida de negro, siempre atenta y cariñosa con sus nietos, una cocinera estupenda, y una malvada cotilla, siempre dispuesta a hundir moralmente a cualquier conocido del barrio que tuviese algún desliz.
El día 17 de Febrero de este año de obscena rima, en el que España contempló sorprendida al primer varón reconocido legalmente como mujer en el estado, volví tarde a casa de mi adorada abuela. Todo estaba a oscuras, mi abuela y mi hermano Goyo dormían, y yo llegaba a casa con una fumada que había provocado en mí la típica hambruna fumeta. Entré desesperado en la cocina y me puse hasta el culo. Mi abuela siempre tenía comida ya hecha, o bien en el frigorífico, o en platos tapados por un trapo, o por otro plato, o en envases para llevarle algo de papeo a la inútil de mi tía María Luisa. Así que me metí una servilleta en el cuello de la camiseta de Leño, y me puse a comer como un cerdo. Tras arrasar la cocina, estuve recogiendo un poco, y me extrañó ver en un hueco de la despensa en el que no me había fijado nunca una cantidad desproporcionada de colorantes, odorantes, edulcorantes, etc. Me pareció extraño, pero con el estómago lleno y la fumada que llevaba todavía, no tenía fuerzas ni ganas de pensar.

Unos días después, mientras escupía en la frente a mi hermano Goyo, noté que un ultra-nauseabundo olor salía de la cocina. Normalmente, nunca pasábamos las mañanas en casa. Entre semana estábamos en el instituto, y los fines de semana, festivos, y vacaciones, íbamos a la chabola que tenía mi tío el hippie en un pueblo naturista. Pero aquel día habíamos faltado a clases; fingimos estar muy afligidos por la muerte del poeta Salvador Espriu, y la pobre anciana que no se enteraba de nada, dijo que nos podíamos quedar en casa rezando.
Cuando el rostro de Goyito no admitía más babas, me asomé a la cocina. Aquel hedor no era normal. La puerta estaba cerrada, y había algo que impedía abrirla. Aterrado, pensé que le habría dado un ictus a la vieja y pateé la puerta. Fue un momento duro en mi vida. Sobre la mesa, en una postura imposible para una mujer tan mayor, se encontraba mi abuela, escuchando al gran Manolo Escobar, defecando toneladas y toneladas de mierda en la olla del cocido. Lloré, chillé, me meé encima... Me encontraba traumatizado, y la mujer rápidamente se tapó sus vergüenzas y se acercó para tranquilizarme. Me fumé cuatro porros, me bebí tres cervezas, y volví a la cocina. Necesitaba algún tipo de explicación.

Y vaya que si tenía explicación el escatológico asunto. Resulta que mi familia procede de una pequeña región al este de Francia, donde la coprofagia es un arte y casi una religión. Estuve estudiando sobre el tema y, sorprendentemente, había muchos personajes históricos destacados de aquella zona, y el índice de longevidad era elevadísimo. Mi abuela, como sabía que las nuevas generaciones no comprenderían esta saludable tradición, decidió aportar sus dotes de cocinera, y productos varios, para, no sólo camuflar el sabor a hez, sino para darle un sabor delicioso. Y empezamos a comer mierda de manera consciente. Poco a poco aprendí a camuflar menos el sabor, a saborear la auténtica mierda, y he de decir que mi vida empezó a mejorar drásticamente. Salud de hierro, saqué muy buenas notas tanto en el instituto como posteriormente en la carrera, y mi éxito profesional es indiscutible. Todo se lo debo a la mierda...y para colmo soy tan buen cliente de Pictolin que cada verano me regalan toallas de playa, palas, colchonetas...

2 comentarios:

Yo dijo...

¡Ah! Entonces al final adquiriste como propia la tradición coprófaga de tu familia, en vez de rebelarte contra ella. Pero si decis que está rica.. ¡pues que te aproveche!

Deduzco por el relato que me llevás más de 15 años, ¿me equivoco?

El profeta Azul dijo...

Hay empresas que contratan gente unicamente para cagar y exportar la mierda, asi comes comida exotica, la mierda del nepales siempre tiene buen color