jueves, febrero 12, 2009

Cagada de una mañana de verano

Aquella hermosa mañana, a la agradable temperatura de 40 grados a la sombra, daba un relajante paseo del campo. Así es como me autoconvencía de que aquella mierda de curro no era tan chunga como me quería hacer ver mi cuerpo. No me quedaba otra y tenía que llevarlo lo mejor posible. Pero cuando encima tienes que aguantar a un gilipollas que va de señor importante, las horas al sol se hacen mucho más duras. Y lo peor de todo, reírle las gracias a este tonto del culo enchaquetado. Menos mal que por lo menos, a primera hora, me invitó a desayunar un café con leche y una deliciosa tostada con tomate, aceite y sal.

Mientras comprobaba la puesta a tierra de una de las estructuras, empecé a notar que algo quería salir de mi interior. Y venía con fuerza. No sabía que hacer, y de vez en cuando, se me escapaba un pedete. Uno de ellos, fue increiblemente nauseabundo. Mi capullo acompañante torció el gesto y arrugó la nariz, yo me sentí orgulloso y pensé: "JÓDETE MAMÓN" Pero no pude recrearme lo deseado en este pequeño detalle, ya que no iba a ser capaz de retener aquello por más tiempo. Acabé el trabajo a la carrera y despedí al capullo lo más rápido que podía.

Al montarme en el coche, dispuesto a ir a una gasolinera que vi de camino y dejarles con todo mi amor un hermoso zurullo, la urgencia se duplicó. La postura conductora es parecida a la defecadora, y el esfinter me dijo que no me esperaba más. Avancé como pude por aquel camino de tierra, mirando por el retrovisor a ver que hacía el capullo enchaquetado (hay que ser imbécil para ir de traje a una instalación en mitad de la sierra). Afortunadamente, el cerdo se quedó un rato por allí, abroncando por chorradas a sus "mortadelos" - como a él le gusta llamar a sus empleados.

Seguí adelante, apretando el ojete todo lo que podía. Sudores fríos caían por mi frente, creo que estaba a punto de desmayarme (con lo que me hubiese cagado encima y el olor de mi cuerpo desmayado y cagado dentro de un coche, al sol, en pleno agosto, sería algo que pasaría a los anales de la historia). Entonces, vi un caminillo, aún más impracticable que el anterior y, no lo dudé un instante, ¡ERA EL LUGAR PERFECTO PARA CAGAR!

Y entonces, aquella mierda de día dejó paso a un estado de paz y amor. Unión con la naturaleza. La plasta que dejé en plena Sierra Morena hizo que por fin mi alma se sintiera pura y llena. Amén.

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