lunes, noviembre 01, 2010

EL PUEBLO DE LOS GARRULOS POST-MODERNOS


Detesto este lugar de veraneo, y a la fauna que atesta sus calles, especialmente de noche. Y no es sólo por los turistas que van (vamos) en período estival, no. Los autóctonos son mucho peores. Son simples cotillas y catetos de pueblo que, como de adolescentes han pasado veranos con guiris que les traían discos de moda, han crecido sintiéndose muy guays y muy cools, especialmente los que han pasado temporadas por ahí fuera, que son como los “cosmopolitas del pueblo”. Es realmente patético, visto desde fuera. Afortunadamente, mañana después de comer meteré mis maletas en el maletero y no volveré a pisar este apestoso y contaminado lugar. Creo que debe haber algo en el aire, o en el agua, es la explicación para que la gente sea especialmente imbécil por aquí... Además, parece ser que los que vienen de fuera, cuando pasan más tiempo de la cuenta en este lugar, empiezan a involucionar radicalmente... Sí, eso reafirma mi teoría, debe haber algo en el agua, y cuando nos bañamos en verano, nos afecta, y los que viven aquí se bañan mucho más, por eso son así...
  • Otra cerveza, por favor. - detesto al camarero, no porque sea extranjero, en absoluto, varias de mis personas más queridas son de muy lejos, pero joder podría molestarse al menos en aprender palabras básicas para desempeñar su profesión en un país hispano parlante: cerveza, vaso, hielo, perdona, gracias... En realidad, odio el puto garito al completo, y a toda la gente que hay en él, pero es lo único que he encontrado abierto a estas horas.
  • EEEEEEEEer, aaar, Beer? Ok.
Cretino, encima ha tardado un siglo en traérmela, y no está demasiado fría. Este menda se entretiene más en bailotear con paletas que pierden el culo por que les invite a chupitos un camarero que parlotea inglés (porque tampoco es su idioma, averigua de qué agujero de las antiguos territorios soviéticos es el menda), que en atender la barra. Si no quisiese beberme otra luego, le partiría el botellín en la puta cabeza. Quizá lo haga cuando me beba la última.

Me bebí la cerveza, en la barra, mirando con cara de malote al camarero. Me pedí la otra, su ineficacia al atenderme fue similar a la ocasión anterior, y me retiré a un sofá que se había quedado libre a bebérmela tranquilamente mientras observaba la fauna. Gente borracha que baila al ritmo de música lamentable, con alguno que otro que acude a menudo al servicio a empolvarse la nariz. Lo normal de cualquier garito, pero aquí hay un tufillo a gafapastismo cutre vomitivo. Los chicos casual y las chicas con sus vestiditos retro-cools, todos con sus flequillos y sus gafas de pasta reglamentarias, que no son conscientes de lo poco coordinados que resultan sus ebrios movimientos en esa especie de bailes con los que intentan demostrar que están todos en celo.

Me terminé la cerveza (one more time) y decidí que ya era suficiente. Llevaba toda la noche bebiendo, en varios sitios detestables, y estoy apunto de amanecer en el peor de todos. Paso. Así que me levanté, me acerqué a la barra, y al grito de “hijo de putaaaa” intenté agredir al camarero con el botellín vacío de Heineken. Por desgracia, mi borrachera estaba a un nivel superior a la suya, y si unimos eso al hecho de que el tipo va evidentemente enfarlopado, y tiene pinta de ir al gimnasio o practicar algún deporte a menudo, el resultado es obvio: interceptó ágilmente mi ataque, saltó por encima de la barra, me pateó en el estómago y me arrojó a una esquina llena de mierda y cristales rotos, junto al habitáculo del pésimo dj, para mi mayor humillación.

El mamón volvió a la barra, para seguir cortejando a un grupo de lerdas y presumir de paso de la paliza que me había propinado. Yo me quedé allí tirado, en aquel oscuro rincón, pensando en salir de allí de la manera más digna posible... En ese instante, las puertas del antro se abrieron violentamente, y entró un tipo alto, muy delgado, encapuchado, y no sabría daros más detalles de él, pues yo sólo veía a través de los huecos que había entre la cabina del dj y la barra, y claro, mi vista estaba fijada en la Smith&Wesson que portaba el recién llegado. Es curioso, no tengo ni puta idea de armas, pero tenía una réplica de juguete en mi adolescencia del mismo modelo, con la que me hice cientos de fotos en plan tipo duro, por lo que la reconocí al instante, con su brillante cañón y su elegante empuñadura. Fue directo a la barra y disparó a bocajarro al imbécil del camarero, que parecía ser su principal objetivo, pero este hombre estaba decidido a gastar allí todas sus balas, y llevaba muchas. El Dj se llevó acto seguido su ración de plomo, y de ahí, el objetivo pasó a ser la masa horrorizada. Desde mi privilegiada posición pude ver cómo decenas de balas alcanzaban a modernos con una aterradora banda sonora de gritos y disparos. El premio a la mejor escena fue sin duda al balazo en el ojo que recibió a través del cristal de sus gafas modernas una chica de atractivas piernas, de vestido corto y escote generoso, que cubrió con sus sesos el rostro de una de sus amigas. Los cadáveres se amontonan en el suelo, y hay sangre y restos de cráneos y sesos por todas partes. El cabrón tiene buena puntería, acierta a casi todos en la cabeza, espero que no le queden muchos cargadores, porque cada vez queda menos gente y puede verme en cualquier momento. Yo lo único que puedo hacer es cerrar los ojos, permanecer inerte y hacerme el muerto junto al cadáver del dj, que ahora que lo veo ahí tirado, tengo que decir que era sorprendentemente bajito, ¿habría comprado su ropa en la sección infantil del Zara? ¿Por qué pienso en eso ahora cuando en breves instantes me va a coser a tiros un demente y perderé la vida junto a la fauna urbana que más detesto?

Unas sirenas y unas luces, que hasta ahora siempre habían sido sinónimo de problemas, me hacían recobrar la esperanza de salir de allí. Abrí temeroso el ojo derecho, y pude ver al encapuchado salir corriendo a la calle volviendo a cargar la pistola. Tiros. Silencio. Deben haberlo matado. Miro a mi alrededor...algún superviviente en estado de shock, heridos retorciéndose de dolor y muchos cadáveres. No se cuanto habrá durado esto, a mí se me ha hecho eterno desde luego, pero no debe haber sido más de unos pocos minutos. Al cabrón le ha cundido, qué matanza. Es extraño, el caso es que lo único que siento ahora mismo es completa indiferencia, y no creo que eso sea bueno. Definitivamente, no pienso volver a pisar este pueblo.