miércoles, diciembre 31, 2008

Mi nueva civilización

Hace tiempo, mucho tiempo, pasaba la tarde alegremente junto a unos compis de juergas en un descampado apartado de casi cualquier civilización. Era un lugar acogedor: basura, un par de arbolitos y, nada más. Allí solíamos pasar muchas tardes/noches bebiendo, fumando, riendo... Buenos tiempos, sí señor. El caso es que, aquel día, me entró un apretón de esos con temblores y sudores fríos. Necesitaba urgentemente poner un huevo y, afortunadamente, uno de mis amiguetes llevaba un paquete de servilletas de papel en el maletero. Sin dudarlo, me refugié detrás de uno de los árboles y al agacharme y liberar mi ojete, salió una enorme plasta vacuna. Al levantarme y contemplar aquella aberración fecal, observé que había cagado sobre un paquete de pilas alcalinas y una masa informe de setas putrefactas. El conjunto era curioso y en cierto modo, bello. Mientras me subía los pantalones, miré al cielo y pasó una estrella fugaz y yo pensé, "Joder, que momento más mágico: estrellas, mierdas, pilas alcalinas..."

Al cabo de los años, tras preocupantes cambios en el orden mundial, en el nacional, en el regional, en el local y en el círculo de amistades y conocidos, volví a aquel lugar en busca de fumarme algo que me calmara mi instinto homicida. Me hice el canuto, me lo encendí, me bajé del coche, y paseando por el lugar, me fijé en el árbol donde cagué. Había como una extraña montañita verdosa en el preciso lugar de la deposición pero, no era ni mucho menos asqueroso. Tenía un color intenso y daba la sensación de estar llena de vida. Sin pensármelo dos veces, fui en busca de una caja y una pala, y me llevé a mi casa el montículo misterioso.

Tras unos tres cuartos de hora en busca de la vieja lupa de mi padre, regresé con el utensilio a la caja y quedé paralizado al echar el primer vistazo con aumentos. Unas...¿casitas? Sí, unas casitas, una pequeña plantanción de...¿¿¿¿HIERBA???? Granjas, huertas... Era un micromundo precioso y lleno de vida pero...¿donde estaban sus habitantes? Como no, tras un ratito de espionaje, los vi en la cantina de su micromundo.

El mundo surgido de mi mierda no era más que una aldeita. Estaba compuesta por unas 10 casitas, un bar, un par de salones de reunión, y el resto de estructuras y edificaciones estaban destinadas al autoabastecimiento. Eran el paraíso terrenal. Un micromundo de unos 25 habitantes donde todos son colegas, tienen todo lo que necesitan para vivir y lo pasan continuamente de puta madre. Una gran familia de amigos. El ideal que siempre tuve de una vida perfecta en cuya búsqueda en la vida a tamaño normal había fracasado. Me daban tanta envidia que pasaba el día observándolos. Cuando no estaba trabajando, estaba con ellos, y me encantaba su mundo. Los envidiaba con todas mis fuerzas.

Fue pasando el tiempo y mis días eran todos iguales. Del trabajo a la observación de "Mierdalandia" (es poco original, pero no se me ocurrió otro nombre), y de la observación al trabajo... Pero al final pasó lo que tenía que pasar. Los "mierdecitos" venían de mi y yo, por desgracia, soy humano. Y todos sabemos lo mezquino del ser humano. Algunos mierdecitos eran pasotas y sólo querían estar a su bola con sus colegas. Otros, eran envidiosos y empezaban a mirar con recelo a otros. Y por último, estaban los peores, aquellos que empezaron a discriminar a algunos de sus pocos compañeros de "especie" por auténticas chorradas. De su pequeño mundo, donde su unión era la única forma de mantener su envidiable modo de vida, decidieron que no querían llevarse bien con todo el mundo. Es algo lógico, siempre hay gente menos compatible entre sí, pero no se conformaron con pasar de aquellos a quienes no veían lo suficientemente populares para ser sus amigos, sino que perdieron con ellos la decencia y la misma educación. Una discriminación absurda, que no sólo consistió en ser un gilipollas con los chicos "no cools" de "Mierdalandia", sino que hicieron todo lo posible porque absolutamente todo el mundo les hiciera el vacío.

Se crearon dos grupos, uno de pasotas que cada cierto tiempo tenían momentos de profunda tristeza por el abandono injustificado sufrido, y otro de engreídos protomierdecitos que se creían mejores que sus "hermanos", sin serlo, por supuesto. Sólo hacían el ridículo, y crearon muchos más conflictos entre ellos mismos. Al final, empezaron a dividirse cada vez más y más, y decidí abandonarlos en el descampado donde los encontré. Ya no me gusta mirarlos. Han demostrado ser la misma mierda de siempre. Todo acaba siempre igual. Y generalmente, los principales culpables son pocas personas (suele ser habitual de una a tres). A todos los niveles, en todas las situaciones y circunstancias posibles y en todos los mundos posibles, siempre hay algún político, millonario, sacerdote, entrenador, jefe, amigo o chico popular que se empeña en destruir la armonía y crear complicaciones. Por eso me tomé mi venganza. No debí jugar a ser Dios pero, al fin y al cabo, ellos salieron de mi culo, y los principales culpables de la decadencia debían pagar por sus pecados. No iba a aplastarlos ni nada parecido, pero iban a arrepentirse de su actitud el resto de sus vidas.

Con ayuda de la lupa y unas pinzas de laboratorio "secuestré" de sus casas a Joe y a Cooly. Joe era el típico gilipollas que va de inteligente, intrépido, ocurrente, sexy, guay y superior. Se mola a sí mismo y, aunque hay que reconocerle que tenía más maña que el resto para multitud de tareas, no era demasiado inteligente. Ser hábil no te hace necesariamente inteligente, y este muchacho era hábil pero muy tonto. Y claro, por esto, se creía con derecho de criticar, insultar y despreciar a los demás. Lo cual nos lleva a Cooly, la tía más ridícula de Mierdalandia. Una chica feilla, con un cuerpo...del montón, pero que a base de chulear y zorrear a los chicos más populares del lugar, se convirtió en una de las más carismáticas. Se creía la abeja reina...sin saber que el 99% de los que le hacen la pelota a diario se ríen de su aspecto llamativo, retro y pseudo-sexy. Ellos dos son los primeros culpables de la decadencia y aunque sin ellos, su mundo seguirá jodido, merecen un castigo.
Así que, me llevé a Joe y a Cooly, los guardé en dos cajitas de cerilla, con micro-comida en abundancia, y los abandoné a aproximadamente 1 km de su mundo (no se a cuanto equivaldrá en su tamaño), y con 1 km de distancia entre sí. Si alguna vez encuentran a los de su especie, dudo mucho que su actitud vuelva a ser tan lamentable...

Triste y decepcionado, regresé a mi casa y me pregunté durante horas el por qué. ¿Por qué tenemos esa necesidad de discutir, pelearnos, criticar, discriminar, calumniar...? Es nuestra naturaleza. No merecemos la pena.

lunes, diciembre 15, 2008

Tragar / Cagar

Un día y otro, y otro, y otro, y otro... Redundancia cíclica copro-monótona. ¡Es un escándalo!

¡Traga marrones! ¡Traga idiotas! ¡Traga jefes! ¡Traga problemas! ¡Traga fachas! ¡Traga ineptos! Joder, ¿es que no ves que no tengo hambre? Da igual, te lo comes enterito. Eres un pringado, te chinchas. Tus sueños de libertad ahora son fantasías de fines de semana psicotrópicos. Tu realidad es tragar día tras día una enorme masa informe, una empalagosa mezcla de todas las cosas que siempre has odiado. Además, debes hacerlo siempre poniendo buena cara, con una hermosa sonrisa en la boca. Has de ser encantador, aunque quieras matarlos a todos... Si no, NUNCA SERÁS NADA EN LA VIDA (como decía el gran Don Pantuflo Zapatilla)

... Nunca lo seremos de todos modos ...

Menos mal que, tarde o temprano, todo se caga.

martes, diciembre 02, 2008

Pequeñas cosas

Estimados lectores fecales,

A menudo les hablo de esas “pequeñas cosas” que nos alegran la vida durante unos instantes o, al menos, entretienen un ratito. Hay numerosos ejemplos en todos los ámbitos de la vida: recibir un abrazo de la persona amada, arroparse bien en la cama en una fría noche de invierno, charlar sobre cualquier chorrada surrealista con los colegas, escuchar un buen disco, fumarse un leño...

En el mundo escatológico, como no podía ser de otro modo, también tenemos momentos de diversión absurda con los que esbozar una sonrisa, incluso en días pésimos. El olor a humo de los cuescos tras ingerir un buen plato de pisto, un enorme mojón que nos sorprende y nos hace sentirnos orgullosos de haberlo parido, la llamarada provocada al acercarse el mechero al ojete y peerse con violencia...

Sin duda, los momentos más divertidos suelen ser provocados por flatulencias, y los cuescos prisioneros son mis favoritos. Los cuescos prisioneros (que no mochileros, no es lo mismo) son aquellos que dejas atrapados bajo las sábanas (en una fría noche de invierno), en el ascensor, en el coche o en una habitación pequeña. Permanecen allí, conservando su capacidad apestosa durante minutos, incluso horas en los casos más meritorios. Alguna vez he soltado alguno justo antes de bajarme del coche y allí estaba esperándome al volver tras un par de horas, cual amigo fiel. Cierto es que cuando el prisionero no lo has hecho tú mismo, no reaccionamos tan bien. Precisamente por esto quería hablar sobre el tema.

Al entrar en un ascensor y esnifar gases de un conciudadano, la reacción habitual es cagarse en los muertos del autor. Sin embargo, si lo viésemos de otro modo, si valoramos el mérito de algo así, si lo tomamos como una interesante curiosidad química, o como algo que nos dará tema de conversación (“joder tronco, que peaco me he comido”), si nos solidarizamos con la criatura que pudo aliviar esa apremiante necesidad, aprenderíamos a ser más tolerantes los unos con los otros y el mundo sería un lugar mejor.

El “peo” es una reacción fisiológica, placentera y necesaria. No es, ni mucho menos, razón para avergonzarse. Juntos, deberíamos superar este prejuicio para así podernos fijar nuevas metas.

Así pues, os recomiendo encarecidamente que experimenteis con los “prisioneros”. Quizá, el prisionero bajo sábanas sea un buen modo de iniciarse en el tema.

Apestosos saludos para todos y, no lo olvidéis, un buen peo a tiempo ahorra muchos dolores de barriga.

Salud.