Al cabo de los años, tras preocupantes cambios en el orden mundial, en el nacional, en el regional, en el local y en el círculo de amistades y conocidos, volví a aquel lugar en busca de fumarme algo que me calmara mi instinto homicida. Me hice el canuto, me lo encendí, me bajé del coche, y paseando por el lugar, me fijé en el árbol donde cagué. Había como una extraña montañita verdosa en el preciso lugar de la deposición pero, no era ni mucho menos asqueroso. Tenía un color intenso y daba la sensación de estar llena de vida. Sin pensármelo dos veces, fui en busca de una caja y una pala, y me llevé a mi casa el montículo misterioso.
Tras unos tres cuartos de hora en busca de la vieja lupa de mi padre, regresé con el utensilio a la caja y quedé paralizado al echar el primer vistazo con aumentos. Unas...¿casitas? Sí, unas casitas, una pequeña plantanción de...¿¿¿¿HIERBA???? Granjas, huertas... Era un micromundo precioso y lleno de vida pero...¿donde estaban sus habitantes? Como no, tras un ratito de espionaje, los vi en la cantina de su micromundo.
El mundo surgido de mi mierda no era más que una aldeita. Estaba compuesta por unas 10 casitas, un bar, un par de salones de reunión, y el resto de estructuras y edificaciones estaban destinadas al autoabastecimiento. Eran el paraíso terrenal. Un micromundo de unos 25 habitantes donde todos son colegas, tienen todo lo que necesitan para vivir y lo pasan continuamente de puta madre. Una gran familia de amigos. El ideal que siempre tuve de una vida perfecta en cuya búsqueda en la vida a tamaño normal había fracasado. Me daban tanta envidia que pasaba el día observándolos. Cuando no estaba trabajando, estaba con ellos, y me encantaba su mundo. Los envidiaba con todas mis fuerzas.
Fue pasando el tiempo y mis días eran todos iguales. Del trabajo a la observación de "Mierdalandia" (es poco original, pero no se me ocurrió otro nombre), y de la observación al trabajo... Pero al final pasó lo que tenía que pasar. Los "mierdecitos" venían de mi y yo, por desgracia, soy humano. Y todos sabemos lo mezquino del ser humano. Algunos mierdecitos eran pasotas y sólo querían estar a su bola con sus colegas. Otros, eran envidiosos y empezaban a mirar con recelo a otros. Y por último, estaban los peores, aquellos que empezaron a discriminar a algunos de sus pocos compañeros de "especie" por auténticas chorradas. De su pequeño mundo, donde su unión era la única forma de mantener su envidiable modo de vida, decidieron que no querían llevarse bien con todo el mundo. Es algo lógico, siempre hay gente menos compatible entre sí, pero no se conformaron con pasar de aquellos a quienes no veían lo suficientemente populares para ser sus amigos, sino que perdieron con ellos la decencia y la misma educación. Una discriminación absurda, que no sólo consistió en ser un gilipollas con los chicos "no cools" de "Mierdalandia", sino que hicieron todo lo posible porque absolutamente todo el mundo les hiciera el vacío.
Se crearon dos grupos, uno de pasotas que cada cierto tiempo tenían momentos de profunda tristeza por el abandono injustificado sufrido, y otro de engreídos protomierdecitos que se creían mejores que sus "hermanos", sin serlo, por supuesto. Sólo hacían el ridículo, y crearon muchos más conflictos entre ellos mismos. Al final, empezaron a dividirse cada vez más y más, y decidí abandonarlos en el descampado donde los encontré. Ya no me gusta mirarlos. Han demostrado ser la misma mierda de siempre. Todo acaba siempre igual. Y generalmente, los principales culpables son pocas personas (suele ser habitual de una a tres). A todos los niveles, en todas las situaciones y circunstancias posibles y en todos los mundos posibles, siempre hay algún político, millonario, sacerdote, entrenador, jefe, amigo o chico popular que se empeña en destruir la armonía y crear complicaciones. Por eso me tomé mi venganza. No debí jugar a ser Dios pero, al fin y al cabo, ellos salieron de mi culo, y los principales culpables de la decadencia debían pagar por sus pecados. No iba a aplastarlos ni nada parecido, pero iban a arrepentirse de su actitud el resto de sus vidas.
Con ayuda de la lupa y unas pinzas de laboratorio "secuestré" de sus casas a Joe y a Cooly. Joe era el típico gilipollas que va de inteligente, intrépido, ocurrente, sexy, guay y superior. Se mola a sí mismo y, aunque hay que reconocerle que tenía más maña que el resto para multitud de tareas, no era demasiado inteligente. Ser hábil no te hace necesariamente inteligente, y este muchacho era hábil pero muy tonto. Y claro, por esto, se creía con derecho de criticar, insultar y despreciar a los demás. Lo cual nos lleva a Cooly, la tía más ridícula de Mierdalandia. Una chica feilla, con un cuerpo...del montón, pero que a base de chulear y zorrear a los chicos más populares del lugar, se convirtió en una de las más carismáticas. Se creía la abeja reina...sin saber que el 99% de los que le hacen la pelota a diario se ríen de su aspecto llamativo, retro y pseudo-sexy. Ellos dos son los primeros culpables de la decadencia y aunque sin ellos, su mundo seguirá jodido, merecen un castigo.
Así que, me llevé a Joe y a Cooly, los guardé en dos cajitas de cerilla, con micro-comida en abundancia, y los abandoné a aproximadamente 1 km de su mundo (no se a cuanto equivaldrá en su tamaño), y con 1 km de distancia entre sí. Si alguna vez encuentran a los de su especie, dudo mucho que su actitud vuelva a ser tan lamentable...
Triste y decepcionado, regresé a mi casa y me pregunté durante horas el por qué. ¿Por qué tenemos esa necesidad de discutir, pelearnos, criticar, discriminar, calumniar...? Es nuestra naturaleza. No merecemos la pena.