sábado, junio 14, 2008

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A la mierda, olviden todo lo anterior, váyanse al carajo y coman mierda.

The Gluten Jein

Buenos días estimados pendejos. Me levanté ésta mañana soleada, y mientras me fumaba algo en mi balcón, contemplé los efectos devastadores del paso del tiempo en mi barrio. Recuerdo aquellos días en los que mi familia se mudó a ésta ciudad que, por otra parte, me encanta, y nuestro edificio era el último en determinada dirección. Tras él, descampados que se llenaban a diario de pastores con sus ovejas. Mis vecinos eran imbéciles, por supuesto, pero al fin y al cabo, eran personas normales. Uno podía bajar a la calle a correr entre las ovejas y podía jugar a la pelota en cualquier parte. La gente se miraba con más tranquilidad y confianza, sin excesivos recelos infundados. Hoy en día, sólo veo edificios mire donde mire. Edificios y neoburgueses votantes del Pp andando con sus hijos con aires de grandeza. Las mujeres que antaño iban al supermercado con camisetas de propaganda y el pelo descuidado, hoy son rubias peliteñidas que visten con una "clase" que haría las delicias de la propia Esperanza Aguirre y se sujetan el bolso muy fuerte cuando pasas a su lado. ¡Qué ganado más lamentable! Su vida es un continuo bostezo, una flatulencia silenciosa pero increíblemente apestosa. Me conocen desde hace unos 20 años. Me ven de Lunes a Viernes con el impresentable aspecto de un merluzo de oficina seria y respetable. Pero aún así, todos los fines de semana custodiarán celosamente sus bolsos o sus carteras al pasar a mi lado. ¡El hombre de negro! ¡Un chorizo peligroso y drogadicto! ¡Satanás! ... Algo así deben pensar, o al menos es lo que deduzco por sus caras. Pero claro, entre ellos todo es amabilidad y buen-rollismo elegante. Y yo me regocijo por dentro, al imaginarme sus caras si supiesen lo que hacen sus hijos-lacoste, o cuando los veo pelearse con cajeras por un céntimo del cambio de un carro de la compra lleno de gilipolleces. Me enorgullezco al saber que no me aprueban. Me alegro de no ser como ellos. Me alegro de no ser como esos típicos gañanes, que han pasado en pocos años de ser garrulos en chándal, a garrulos encamisados. Y a éstos catetos se les nota a la legua. A parte de que suelen ser los más fachillas, su cara y la caída de la camisa sobre sus espaldas los delata. Aunque la mona se vista de seda... Eso sí, ya tendrán el visto bueno para entrar en el "Café Español", no como los descarriados que casi tenemos que suplicar que nos dejen comprar tabaco en la máquina del dichoso bar cuando no hay otra cosa abierta...

Antes fantaseaba con matarlos a todos. En sentarme en mi balcón, sacar un rifle de francotirador y darle a unos cuantos entre ceja y ceja. Lo que me diese tiempo mientras llegan las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado. Ver sus cadáveres esparcidos por el asfalto, frente a sus casas que no costaron demasiado dinero años ha, pero que ahora consideran lujosas residencias de un encantador barrio de esa llamada clase media-alta, la que menos clase tiene. Pero hoy en día prefiero mirarlos y ridiculizarlos. Me muestran el camino que NO debo seguir, y me animan a ser mejor que ellos en todos los sentidos (lo cual no es muy difícil).

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Voy a dejar de largar sobre las mismas chorradas de siempre. La misma gentuza estúpida a la que critico es la que ocupa muchos de mis pensamientos. Maldita estupidez, propia y ajena. Menos mal que la tengo a ella, y que siempre nos quedará el Guggenheim y San Mamés.

Por cierto, os dejo una foto de lo más artístico del interior del famoso museo (eso sí, el exterior es indiscutiblemente maravilloso, una pasada arquitectónica junto a la Ría de Bilbo).