miércoles, mayo 02, 2007

EL MOJÓN PARLANTE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Sentado en el retrete, me disponía a expulsar la bomba química de mi estómago. Había desayunado una tostada con aceite, tomate y trocitos de jamón, acompañada de un actimel. Estaba pariendo un mojón de dimensiones grotescas, lo notaba salir de mi culo poco a poco, jodiéndome la almorrana a cada milímetro que avanzaba. Además, estaba ese olor actimel que casi me provocaba náuseas. Normalmente, el olor de mis heces incluso llega a gustarme, pero hoy...esto es inhumano. Hago fuerzas, empujo con todas mis ganas, noto como sigue saliendo poco a poco, se me escapa alguna lagrimilla, y me suben arcadas, y así, tras cerca de media hora de lucha agónica, pude considerar el trabajito por acabado.

Normalmente, cuando uno caga, se queda como nuevo, en plena forma, preparado para cualquier tarea. Pero ésta vez era diferente. Mi limpié con dulzura, debido a lo dolorido que se me había quedado el ojete, mientras me miraba al espejo. Qué mala cara se me había quedado: estaba sudando, con la tez completamente pálida y los ojos a punto de salirse de sus órbitas. Tiré el papel higiénico usado a la taza y me disponía a tirar de la cadena cuando una voz gutural me paralizó de terror:

- Ni se te ocurra tirar de la cadena, cretino. ¿Vas a hacer eso con el fruto de tus entrañas? ¿En serio piensas deshacerte así de tu superior intelectual? ¡Recógeme ahora mismo y ponme en un lugar más cómodo!

Bajé mi cabeza, todavía atenazado por el miedo, y entre el papel higiénico distinguía lo que parecía un ojo incrustado en un mojón. Con ayuda del 20minutos del día –todas las mañanas busco temprano un ejemplar de éste periódico gratuito y me informo durante la cagada postdesayuno- saqué la mierda, le quité de encima el papel higiénico, y grité asqueado y asustado. Ante mí, tenía un enorme mojón con una boca y un solo ojo. Afortunadamente para él, no tenía nariz, pues apestaba como una fosa séptica.

- Así está mejor, padre. Venga, llévame a tu cuarto y enciéndete un cigarro para pasarme unas caladitas, mi forma de vida sólo me permite fumar en plan “mar adentro”. Tengo que hablar seriamente contigo.

Llevé a la cosa hedionda a mi cuarto, y la dejé sobre mi mesita de noche, todavía encima del periódico, ya que no estaba dispuesto a pringar el mueble donde a veces apoyo el bocadillo de jamón york cuando aprieta el hambre a horas intempestivas. Cogí el paquete de Camel, saqué un cigarro, y empecé a fumar con ansia.

- ¡Joder, tronco! – dijo la mierda – Dame de fumar, que te lo estás pinchando. – Le pasé unas caladillas, y la mierda sonreía, me guiñaba el ojo y hacía figuritas de humo, que ya quisiera Gandalf, ya. – Verás, padre, hace tiempo que tus entrañas te mandan mensajes, pero tu ridículo cerebro no es capaz de interpretarlo, o lo ignora...o yo que se. El caso es que tu potente desayuno de hoy, ha conseguido crear algo vivo. Algo vivo en la mierda, tu mierda, creada por tus entrañas, y tus entrañas que me han creado me han transmitido el mensaje. El mensaje que tu cuerpo genera y que no eres capaz de comprender. Un mensaje que contiene unas órdenes. Unas órdenes que, si cumples, serás feliz independientemente de las consecuencias.

- ¿Mensajes? ¿Órdenes? ¿Consecuencias? ¿Mierdas vivientes? ¿De qué cojones me estás hablando? Esto no está ocurriendo, debo estar soñando...

- Venga, imbécil, sabes que esto no es un sueño. Así que más te vale cerrar el pico y escuchar.

Y eso hice, y la mierda estuve hablándome durante horas, con la única interrupción de las caladas que le daba de los pitillos que me hacía encender. Me conocía a la perfección, mis gustos, mis frustraciones, mis temores, mis odios, mis filias, mis fobias...y sobre todo, mi angustia. Mi angustia vital, que me hacía un perpetuo infeliz. No me gusta como soy, no me gusta lo que hago, y no me agradan un pelo mis perspectivas de futuro. Y la mierda me dio la solución: crear una corriente, a nivel mundial, de rebelión anal...

Nunca pensé que fuese a funcionar, pero cuando en mi ciudad tiré una “tarta” de caca a la cara en la cara de la alcaldesa, varias decenas de personas tomaron ejemplo y empezaron a arrojar sus mierdas, guardadas en tupperwares, cajitas de cartón, y demás envases, sobre sus jefes, enemigos, policías... Cuando estampé un precioso mojón en la frente del presidente del gobierno, y otra que encesté en la boca del líder de la oposición, y cuando dejé en la puerta de un exmequetrefe con bigote, en su residencia de Georgetown, una enorme boñiga con un petardo dentro, que lo pringó de arriba abajo, millares de españoles empezaron a arrojarse mierdas. Cada uno guardaba sus heces y las arrojaba contra lo que le jodía la vida. Y esto se convirtió en un fenómeno, europeo al principio, mundial después. El mundo era un lugar mucho más divertido, y la gente ya no se atrevía a manipular y estafar al pueblo, y yo me sentía más realizado que nunca en mi vida.

Pero, debí preverlo, la cosa se desmadró en exceso, y perdió el sentido. El lanzamiento de boñiga dejó de usarse contra injusticias, y se empleó de forma indiscriminada. Batallas campales de mierdas, en todas las calles de todas las ciudades del mundo. La gente dejó los trabajos, y parece que todo el mundo se volvió loco. Cada día fue a peor la cosa, y esto ya era imparable. Cayeron los gobiernos, los alimentos empezaron a escasear, y algunos hijos de puta cambiaron el uso de armas por el de mierdas.

Hice acopio de todas las latas de conserva, pilas y baterías que pude, y me monté un refugio al margen de la humanidad en una cueva de Sierra Morena, acompañado de mi mejor amiga, la mierda parlante. La última vez que bajé a la ciudad, a ver como estaba la situación, sólo encontré escombros y cadáveres, y nunca he vuelto a buscar seres humanos. ¿Se habrán destruido todos? Durante meses odié a la mierda y la culpaba de haber destruido a la humanidad, al menos tal y como la conocíamos. Pero un día, fumando junto a ella un peta de mi cosecha de hierba, me di cuenta. No había destruido el mundo. Lo había salvado. El ser humano era el cáncer de la Tierra, he salvado la Tierra, soy un héroe. Y aquí sigo, en mi cueva. Tengo cultivos de marihuana, tengo huertas, tengo un pequeño rebaño de ovejas y vacas. Y lo único que me gustaba de la civilización, la música y los libros, lo sigo disfrutando, gracias sobre todo a un pequeño cargador manual de baterías que encontré poco antes de echarme al monte. Sí, soy todo un héroe. He salvado al mundo. Y todo gracias a mi mierda parlante.